lunes, 3 de enero de 2011

Bahrain

Hablar de una ciudad, de un país, de una cultura, del Golfo Pérsico, a partir de lo que se ve desde el interior de un aeropuerto, es sin duda una aberración. Pero como es lo que veo y como no tengo otra cosa que hacer, pues os lo cuento.
El aeropuerto es como cualquier otro: suelo brillante, moqueta de rallas, asientos cómodos, anuncios de telefonía móvil y de bancos, y por supuesto tiendas, muchas tiendas, duty free, carísimas, por todos lados. Sorprende un poco que todo esté en árabe además de en inglés, pero te acostumbras rápido.
La gente es casi normal: turistas con cara europea, empresarios enchaquetados, alguna que otra tez morena, nariz grande y bigote turco, mujeres de todos los tipos, algunas con pelo tapado, un puñado incluso con saris (éstas, claro, van a la India, o a Pakistán, o aledaños), la mayoría en pantalones vaqueros, sudadera o camiseta. Algunos hombres llevan túnicas, largas hasta los tobillos, la mayoría de blanco, otros caqui o tono verdoso, la cabeza tapada con algo, un gorro redondo, un pañuelo enrollado. En realidad nada extraño que no se pueda ver en cualquier aeropuerto del mundo.
Me fijo en lo que está fuera  y que se ve por las ventanas. El pasillo largo en el que me siento, dos hileras de cristales. A la izquierda, Bahrein, y a la derecha, también, pero son tan distintos que parecen dos mundos aparte. El de la izquierda es humilde, casas bajas y palmeras, edificios rectangulares que no superan los tres pisos, cuatro o cinco algún caso raro, cajones de zapatos amontonados. Colores marrones y blancos, algo de verde muy espaciado, polvo y arena, parece. El cielo está sin una nube, claro de un tono azuloso con apariencia arenosa. El paisaje pordría ser el mismo que el de cualquier ciudad europea de la zona del mediterráneo, si no fuera porque asoman un par de edificios con cúpula y torres altas y estrechas, es decir, unas mezquitas. Me imagino así el magreb, el otro mediterráneo, nuestros vecinos de abajo.
Y a la derecha, el mundo cambia: edificios de diseño, torres casi rascacielos, césped verde y flores rojas, coches de lujo aparcados, torres, banderas, antenas. Una apariencia de nuevo, quizá a algo falso o inventado, algo que ha crecido de pronto y que por lo que aún no pasado la historia, a pesar de que una especie de centro comercial enorme intente imitar a una cosa que hace pensar a un palacio, pero no, no es capaz de engañarme.
Y, muy cerca, el mar. No lo veo ni puedo olerlo, pero se nota en el aire.  No lo siento sobre el cuerpo, pero miro tras las ventanas y consigo imaginar su efecto, un viento suave en la cara, un poco de arena, perfume de sal . El cielo de un mar azulado y grande como el Golfo Pérsico. 
Paso el tiempo medio dormido. Encuentro una fila de asientos más cómodos de en los que estoy y me recuesto sobre ellos. De repente, un estruendo, un trueno, un ruido ensordecedor que rompe el aire en mil pedazos. Miro adelante y lo veo: está despegando… ¡un caza! ¡Un caza! ¡Un caza, he visto un caza! ¡Y ahí va otro! Un par de ricachones jeques, ¡seguro!

1 comentario:

  1. Es increible el espíritu aventurero que puedes llegar a tener. Para mí hay algunos lugares de la tierra que me dan "vértigo". Que te diviertas y disfrutes y recuerda, que cuando vuelvas te esperamos como el hijo pródigo.

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