jueves, 10 de marzo de 2011

Jet Lag

1 hora hasta el aeropuerto.
1/2 hora para que nos acepten las maletas (teníamos sobrepeso... en el equipaje de mano).
2 horas esperando el avión.
4,5 horas de vuelo hasta Barhain.
1/2 hora del control de pasaportes.
8,5 horas de espera en Barhain... hasta las 2 de la mañana (hora local).
7,5 horas de vuelo hasta Londres. Con una imbécil (y su marido) que:

  1. Entró en el avión en silla de ruedas.
  2. Nos hizo cambiar los asientos porque los nuestros tenían más espacio (había sufrido un accidente, la pobre...).
  3. Se peleó con las azafatas porque con su poca movilidad NO podía estar en la puerta de emergencia, hasta que la obligaron porque contravenía las normas internacionales y si no se cambiaba el avión no salía y nos pidieron que ocupáramos su asiento y el de su marido sólo al despegue y al aterrizaje.
  4. Estuvo TODO el viaje pidiendo: que si le daban galletas (a 3 azafatas, hasta que se la dieron), que si le daban más agua, que si le retiraban los platos, que cuándo venía el desayuno, que si ella era vegetariana, que ella era diabética ("oiga, señora, la comida diabética tiene pollo", "da igual, me lo como")...
  5. Eso sí, cuando le dio por mearse salió disparada de su asiento y, con su pierna accidentada, se saltó toda la fila que esperaba y se coló la primera.
  6. Y para rematar la faena, su marido nos echó toda su basura por debajo del asiento hasta que Elena se levantó y se la plantó en su plato.
  7. Por supuesto vinieron a recogerla en sillita de ruedas. Aunque tuvo que pedirlo 10 veces. O más.


1 hora en el metro de Londres.
6 horas esperando en la estación de Kings Cross, con frío, viento y nieve (bueno nieve no había, pero queda como poético).
3 horas de tren hasta Durham.
...y 10 minutos en taxi.

¿Resultado? Sueño, cansancio, jet lag... y recuerdos, muchos recuerdos.

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