jueves, 3 de marzo de 2011

Igual que una cabalgata


Igual que una cabalgata. Con sus trompetas y sus tambores y sus muchachos vestidos de colores. Con sus banderas y sus estandartes y sus caballos engalanados con ropas vistosas. Con sus ruidos y y con sus petardos y con sus cohetes y con sus triquitraques. Con sus carrozas tiradas por máquinas o en su defecto por bueyes. Con sus luces y su alegría y con la gente mirando. Con todo, menos con los reyes magos; en su defecto, dioses hinduista.

Es la cabalgata del día después del Shivaritra. Que me estaba preguntando yo que por qué la hacen justo el día después y luego pensé, “qué diantres, ¡si nosotros la hacemos el día de antes!”. Tan absurda como la de los reyes magos, tan llena de vida, de bailes, de música, de canto a la vida. Con niñas vestidas con túnicas, con hombres disfrazados de dioses, con Hanuman, y Ganesh, y con Ram, y con Parvati, y con otros muchos que no conozco. Y por supuesto, con Shiva, en 4 o 5 encarnaciones.

Con fruta en vez de caramelos. Y con arroz, y garbanzos, y con una cosa frita que se llama Butura. Y con camellos. Como los reyes magos.

¡Ah! Y con 2... ¡¡¡ELEFANTES!!! Que verlos ha sido alucinante. He estado mirándolos casi media hora. Luego se fueron andando y tuve que ponerme a seguirlos. Así, al lado de ellos, caminando con su ritmo lento. Con sus pieles arraigadas y sus enormes cabezas. Con sus ojos pequeños y sus enormes patas. Con sus cuidadores encima y con los niños mirando, como yo, sin quitarles la vista de encima. ¡Qué espectáculo más increíble! Cómo usan la trompa, cómo cogen las ramas y les quitan las hojas y las doblan y parten y se las llevan a la boca. Cómo caminan tranquilamente, serenos, suaves, ¡pero dan miedo! Pensar que esa montaña de músculos llenos de peso se pueda cabrear con alguien y echársele encima, que se confunda y se choque contra alguien sin darse cuenta, que caigas bajos sus patas y te aplaste... pero no, eso no pasa, el elefante no es tonto, es enorme, pero no tonto. Lo que es es maravilloso, mágico, especial.

Llevo en India más de dos meses y me falta apenas dos días. En todo este tiempo he visto de todo, suciedad, descuido, metros, trenes, autobuses, centros de yoga, teatros, bailarinas danzando, calles, más calles, gente y mucha más gente. He visto cosas preciosas y cosas que no me han gustado. He de decir, eso sí, que todo sumado aquí se está bien, que en India se puede vivir. Después del primer y brutal “shock”, que dura como una semana, entras en una dinámica en la que te sientes mejor, y al final te acostumbras y te gusta. Pero hoy, de verdad, hoy sí que me he enamorado. Esta India impredecible, incomprensible e impensable, con su sabiduría ancestral tatuada en su adn, con la tranquilidad de su gente y su falta de preocupación, con toda la suciedad y el caos y el descuido enorme, al final me ha enamorado. Y es que dos elefantes son mucho...

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